COMENTANDO UN LIBRO:
"SOBRE LA MARCHA"

 

Abel Tapia Fernández

 

 

Un testimonio

 

 

 

 

Interesa

No cabe duda que "Sobre la Marcha" significa fundamentalmente un testimonio de vida y de fe. Un testimonio personal, autobiográfico, que relata la experiencia de enfrentar a la adversidad, con coraje, autoestima, esperanza y, sobre todo, con el convencimiento del apoyo de Dios, al cual se busca, se encuentra y "con EL por El y en E1", como lo dice Luis, se decide transitar y avanzar por el camino que el destino nos coloca.

Una tetraplejia que no logra detener el curso de una existencia, puesta al servicio del bien, con ilusión y entrega, descubriendo y forjando la santidad a cada paso, en el dolor y en la solidaridad, en la renuncia y en la bondad.

Doscientas once páginas, que prenden y cautivan fácilmente al lector, por el buen manejo del idioma, con propiedad linguística, más un estilo fluído y versátil. Pero, en especial, por la intensidad del mensaje que trasmiten y que brota, persuasiva y transparentemente, del fondo del alma, del fondo del recuerdo y de lo más profundo asimismo de una fina sensibilidad humana, que ha querido comunicarnos cómo fue posible no detener la marcha de la vida, sobre todo cuando Dios, su Imagen, su Amor y Verdad, aparecen precisamente en aquellos momentos y circunstancias, en que todo parece oscurecerse y cerrarse.

 

 

 

"Salte, Señor, con la Tuya en mí"

 

 

 

 

Con fe ninguna dificultad es insoportable

 

 

 

 

 

 

Hay siempre una posibilidad de mejorar

Luis de Moya nos invita a recorrer ese tramo tan decisivo de su vida, cuando a los 38 años, un accidente automovilístico le infringe un golpe casi mortal, del cual se ha de recuperar en una clínica universitaria, en la recordada Unidad de Cuidados Intensivos primero, pasando luego a la tercera y quinta planta del edificio, a la par de su lenta y trabajosa recuperación. Hasta volver al trabajo, sufrir una recaída de su grave lesión medular, superarla nuevamente y ahora, en el presente, volver a ver el futuro, con proyectos, con cautela, "si Dios quiere y con El", diciendo finalmente "Salte, Señor, con la Tuya en mí, y sígueme ayudando a querer y cumplir Tu voluntad, aunque me cueste; sólo tengo que ser bueno, no siempre será fácil, contaré contigo en cada instante y me perdonarás muchas veces".

En un mundo como el nuestro, en estos días de tanta tecnología y violencia, de opulencia y hambre, de enormes distancias y diferencias, de velocidad y frustración, de inocultable inautenticidad y extendido vacío existencial, reconforta de veras acompañarse por unos días de un libro como el que hoy nos ha reunido, publicado con acierto y esmero por la librería Sardón, y escrito por este sencillo e inteligente capellán, nacido en la peninsular Ciudad Real.

En efecto, nos ha convocado hoy Luis de Moya para decirnos entre otras cosas:

Que apoyándonos en la fe, se comprueba que todos los días, hasta los más duros, son soportables;

Que lo más importante consiste en estar dispuesto de verdad, a querer de verdad, esforzarse por superar las dificultades;

Que casi siempre gana más el que da que el que recibe;

Que no servimos si no cambiamos, y que siempre es posible llegar a más, puesto que otros lo pueden;

Que la clave está en la autoexigencia por mejorar cada día, sacando todo el partido a cada jornada;

Que la vida interior de uno se manifiesta en los demás; por eso, al mirar lo que se influye en ellos, es posible contemplar la calidad de la propia vida;

Convocados, para decirnos, con las palabras del beato Escrivá que la formación de la persona no termina nunca, siempre se puede mejorar, pues no somos perfectos: ni en lo que sabemos ni en nuestro modo de ser; se puede crecer, es decir, mejorar, aprender y rectificar errores;

Y hacerlo todo por amor a Dios. El nos contempla y nos quiere y ayuda como un padre que desea para su hijo pequeño lo mejor.

 

"Teniendo la cabeza sana no había razón para no utilizarla con provecho"

 

 

Gracias a sus mayores

Y, convocados por último, para decirnos especialmente lo que él alguna vez también se dijo para sí mismo: "Ir por el mundo con complejo de víctima, como dando pena, se me hacía poco gallardo y un tanto falso, porque teniendo la cabeza sana no había razón para no utilizarla con provecho, no había razón para no seguir siendo en lo fundamental el mismo, para no seguir intentando ser -como debía- el mejor hombre posible".

Por todo esto, seguramente no bien referido por mí, ¡muchas gracias estimado Luis! Porque con tus remembranzas y, sobre todo, con tu ejemplar fe y valor, nos has puesto también a nosotros nuevamente SOBRE LA MARCHA, personal e institucionalmente. No ha sido inútil tu recuerdo de aquel viaje de retorno a Pamplona, del respirador, de los goteros de antibiótico y de la sonda nasogástrica, del collarín, del Francisco y la Conchita, del cuarto piso de la calle Princesa, de ese último día de la novena por la Inmaculada.

Qué bien te hicieron las enseñanzas familiares, la impecable formación espiritual de la Obra, la presencia constante de los amigos, de esa gente buena, conocida y anónima, que nunca te abandonó.

Y, ahora, qué bien nos haces diciéndonoslo, para siempre.